Aurélia Camargo, hija de una costurera pobre y huérfana de padre, tras perder a su hermano, se enamoró de Fernando Seixas, un hombre ambicioso, con quien coqueteó. Sin embargo, él rompió la relación, impulsado por su deseo de casarse con una joven rica, Adelaide Amaral, y por la dote que le correspondía.
Tiempo después, Aurélia, también huérfana de madre, recibió una cuantiosa herencia de su abuelo y ascendió socialmente. Se convirtió así en una figura prominente de la sociedad de la época.
Dividida entre el amor y el orgullo herido, encargó a su tutor y tío, Lemos, la negociación de su matrimonio con Fernando por una dote de cien mil réis. El acuerdo incluía, entre sus cláusulas, que el contrayente no conociera la identidad de la novia hasta la víspera de la boda.
Al descubrir que su novia era Aurélia, Fernando se llenó de alegría, pues, en realidad, nunca había dejado de amarla. La joven, sin embargo, en su noche de bodas lo deja claro: lo "compró" para desempeñar el papel de marido que una mujer de su posición social debe tener.